jueves, 10 de abril de 2014

FRANCISCO RODRÍGUEZ HERRERA, RECITAL POÉTICO, 22 DE ABRIL, SEMANA DEL LIBRO

Escribir, leer y estudiar
              Escribir es como bailar con la música que el viento te entrega.
         Estás dentro de las palabras y agradeces el dibujo que forma ese poema, esa narración, ese pensamiento. Pero hay que aprender, y se aprende leyendo, dedicando cada día un espacio, un tiempo a la lectura.
         Que es un bien aficionarse a la lectura no requiere de argumentos pesados para demostrar sus beneficios. Es, sin duda alguna, al igual que nos apasionamos a juegos y deportes, un gran beneficio habituarse a ella.
         La literatura es parte de la sociedad, expresión misma del pueblo, lo que nos distingue en lo que somos, en lo que conocemos, en  nuestra conciencia, en nuestro modo de pensar, de hablar, de ser, de sentir, etc. (Funciones múltiples del lenguaje como medio de comunicación de los individuos.) Desde la literatura, el ser humano ha crecido en conocimientos y los ha  transmitido desarrollándose a lo largo de la historia en las distintas revoluciones científicas, mentales y espirituales.
         Esta bien que ocupemos nuestro tiempo libre en distintas actividades, pero si llegamos a aficionarnos a la lectura, la cultura se convierte en una novela fácil, digerible, haciendo que aprender sea entretenido, emocionante. Si uno ama la lectura, el mejor momento del día, será indudablemente ese de tomar un libro y adentrarse en su contenido, beber de sus sustancias: acercarnos a enredos de historias, a sueños, amores, desengaños, discernimientos, pensamientos, súplicas, promesas, etc., etc. Intercambiamos con los textos, somos junto a la palabra y los libros, el protagonista indudable de la acción de la vida que se refleja en ellos; la lectura nos transporta a horizontes específicos, paisajes materiales, espirituales y diversos; leer nos ayuda a comunicarnos mejor, a respetarnos, y eso, nos cultiva por dentro, porque la lectura no solo nos hará ampliar nuestro conocimiento, sino que nos impulsa a aumentar la sensibilidad trascendental para el hombre y el mundo en que habitamos. 

Francisco Rodríguez Herrera

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